CONCLUYE A PEDRADAS UNA DISPUTA ENTRE ARRIEROS Y UN PERTURBADO

Arririeros agreden con piedras a un enajenado que trata de ser armado caballero en una venta de la Mancha, cuando éste ataca a unos colegas de los agresores por un malentendido.

La semana pasada, varios arrieros lanzaron piedras contra Alonso Quijano, un perturbado. Según el testimonio del dueño de la venta “no se trataba de un tipo normal”. Al parecer, el perturbado llegó por la tarde a la posada y se presentó ante el ventero de rodillas rogándole que le hiciera caballero andante, diciendo que hasta no satisfacer su tan ansiado deseo no se levantantaría del sítio.  Tras la promesa del ventero a quien Don Quijote confundió con un monarca, se marchó al supuesto patio de armas a velarlas según una ceremonia muy extendida en las novelas de caballerías. Aquí está la declaración del primer arriero agredido: “bajé a la plaza y vi a ese loco sentado como si estuviera orando.

Aparté las armas apoyadas en la fuente para coger agua para mis mulas y, al hacerlo, me amenazó e insultó. En cuestión de segundos me vi en el suelo con un descomunal golpe en la cabeza. Todo a mi alrededor daba vueltas”. Tras este arriero vino otro con la misma intención que el primero, todavía tendido en el suelo. La reacción del perturbado fue idéntica a la anterior. Sin embargo esta vez, para suerte del arriero y desgracia de Don Quijote, la presa escapó.

En poco tiempo, varios arrieros llegaron al encuentro del enajenado con piedras en la mano y no tardaron en arrojarlas contra el agresor de sus colegas.

Alonso Quijano a lomos de su caballo.

 

Hasta que el ventero no apareció, no cesaron de llover piedras sobre el señor Quijano. A pesar de la lluvia de piedras, Don Quijote no se movió del lugar hasta que el ventero y algunos compañeros de éste simularon la ceremonia del nombramiento de caballero andante, según las reglas de la Orden de Caballería.