Olaia Guergue
Se dice que nunca es tarde
si la dicha es buena, y al igual que reiteró Cervantes en su obra “No es
posible que ni el bien ni el mal sean durables, y de ahí, se sigue que habiendo
durado mucho el mal, el bien ya está cerca.” Estupefacto se habría quedado
nuestro Cervantes de haber visto la revolución que ocasionaría con el paso del
tiempo su obra.
En efecto, Miguel, fue el flamante creador de la
obra que goza de ser considerada la primera novela moderna europea, la cual
marcó un antes y un después en el mundo de la literatura, y que traería la
expansión de dicho fervor a través de todas las artes( la pintura, música,
escultura...), ahondando en ellas y dejando paso a creaciones espectaculares.
Dicha obra, la cual consiguió desnudar hasta las que
por aquel entonces se consideraban las más deslumbrantes (las novelas de
caballerías), abarca dento de sí una extensa gama de géneros literarios.
Cabe puntualizar que en
dicha reliquia no sólo destaca esa fusión de tan cultivados géneros, pues
abundantes temas de la actualidad tienen su cabida. Esa es la única razón por la que sigue desatando
pasiones en todos aquellos que se atreven con ella, por el simple hecho de que
muchos de los tópicos que trata están en boca de todos hoy en día.
Cervantes consiguió crear una obra de maestría
incalculable, donde los dos grandes protagonistas como son el siempre leal
escudero Sancho Panza y el abrumador
Don Quijote, son los encargados de transmitir y plasmar tales tópicos en
su propia vida cotidiana.
Ambos dan nombre y forma a numerosos arquetipos con
los que nos sentimos identificados; sin ir más lejos, se puede decir que un
Quijote, sería aquella persona altruista
y con buena fé, que buscaría el modo de ayudar a quien pudiese,al igual
que el mismo protagonista, un hombre que andaba tras el rastro que lo
conduciría a la gloria y reconocimiento por servir al pueblo. Sin embargo,
Sancho, no sería más que la simple inspiración del materialismo que corroe,
ahora, a gran parte de la población, los cuales solo buscan la riqueza que el resto está dispuesto a
ofrecerles, sin conocer siquiera otros tantos valores existenciales.
Don Quijote sería el
prototipo de cualquier mujer tradicional que pasmada por su bondad y
romanticismo correría a su brazos ,como Heidi a los de su abuelo.
Podría, por el contrario,
tener aspecto de niño de clase de media, el cual, sobradamente, derrocha el
tiempo frente al televisor, fuerza poderosa que arrastra a cualquier cerebro
presto de ser abducido. Probablemente fuera tal su enbobación que llegaría a acarrearle
una profunda dependencia y posterior abnegación a tener que ponerse a estudiar.
Su cerebro y visión sólo tendrían ojos para aquella caja tonta que poco a poco
iría acabando con su sensatez, hasta lograr hacerle creer todo aquello que se
limita a recalcar ; “la imagen lo es todo”. Dicha idea, imperceptiblemente, le provocaría un
profundo rechazo hacia su cuerpo hasta el punto de adentrarle en el más
tenue hautismo del que hoy en día sólo unos pocos logran
salir.
O, quizás, sería un inocente hombre trabajador, el
cual, impulsado por el amor que siente hacia su esposa, cocinaría, plancharía e
incluso haría todo los quehaceres del hogar; devolviéndole el favor esta última
con un par de cuernos bien puestos, eso sí, siempre con la ayuda del camarero de
contrato temporal del bar de abajo.
Pero sin duda, donde más inmerso lo vería yo, sería en una ONG fundada años atrás por la gente del barrio. Donde pasaría la mayor parte de su tiempo en la fabricación de insignificantes juguetes que más tarde irían rumbo a Marruecos.
A diferencia de Don Quijote, Sancho, tendría cara de vecino malhumorado y cascarrabias, quien probablemente harto de la clase de musica que le gusta al vecino heavy de arriba, se armaría de valor para ponerle una denuncia, o incluso cortarle el agua caliente.
Nuestro
Sancho podría también tener el aspecto de jubilado dado a la juerga y al buen
vivir, acompañado de hermosas sirenas que rendidas al encanto y atracción que
desata el fajo de billetes que ha logrado con los años, le ofrecen sus
corazones.
O, tal vez, por el
contrario, sería un hombre de negocios,
que no se resignaría a jubilarse y que, con el deseo de ver sus intereses
incrementados y una mayor rentabilidad en todas sus acciones, no dudaría en
convertir todos sus bienes en dinero B con tal de evadir a hacienda.
O, por el contrario, podría
tener cuerpo y alma de futbolista galáctico, quien absorto por el furor que
causa entre las féminas, e indudable admiración entre los niños y niñas aspirantes a ser como él en un futuro próximo,
no sería más que dueño y poseedor de una cuenta multimillonaria y un
hegocentrismo que supera todo frente.
Pero sin lugar a dudas, me veo en la obligación de
decir que la viva imagen de Sancho estaría ante todo reflejada en el clásico
niño de papá y mamá, engreido y futuro heredero de la inmensa fortuna familiar;
que aún teniéndolo todo, más quiere, pues siente que nada posee. AqueL niño que
consigue captar la atención de todo aquel que le rodea con su más mínimo y
ficticio sollozo.
En ocasiones nos
sucede que por mucho que queramos alcanzar nuestro propio deseo, la realidad es
bien distinta, y nos toca , por tanto, hacer frente a dicha realidad, ya que no
queda otra alternativa. Eso es precisamente lo que le sucede a Don Quijote,
quien, pese a desear ser un caballero andante, no logra forjar su sueño, pues
no posee los requisitos propios de un caballero.
Es cierto que a nadie le gusta que se rÍan de uno
mismo, nos interesa ante todo dar una buena imagen, y nos perturba lo que el resto piense de nosotros. Son
caracteristicas que desde luego, Don Quijote no compartía, pues éste, luchaba
por ver su sueño vuelto realidad, haciendo oidos sordos a todas y cada una de
las pantominas que de él se decían.
Don Quijote, por ejemplo, no era más que la transformación
de Alonso Quijana, un hombre perturbado por los libros de caballerías que lo
empujaron a perder el juicio; sin olvidarme la también destacable idea de
ponerle nombre a todo. Dicha idea la veo ligada al hecho de que tendemos a
copiar las buenas posturas, modales, ... del que tenemos enfrente, con el fin
de mejorar. O incluso la misma sociedad tiende a colgarnos un apodo con el
cual, en muchos casos, no nos queda otro remedio que convivir.
Por otro lado, este mismo
personaje, refleja a un ideal que se enfrenta a las adversidades e hipocresías
del mundo que le cobija, exactamente igual que sucede hoy en día.
Las palabras “Mal cristiano eres Sancho ... porque
nunca olvidas las injurias que una vez te han hecho” de boca de Don Quijote,
evocan ese sentimiento que al igual que en Sancho, se expande hoy en día por
todos y cada uno de nosotros, ese sentimiento de rencor, frialdad,... ; todo
aquello negativo que, indudablemente, cada persona lleva consigo.
Al final de la obra, a mi entender, se recrea una situación que pretende suministrar un aliento de ánimo a todo aquel que su vida turbia ve, presagiando el anticiclón que se acerca tras la tormenta, el cual se vería representado, en la obra, con la cordura de nuestro Quijote; ya que relacionándolo con la idea que al principio he señalado, siempre acaba por salir el sol, pues, el mal no es perdurable.